¿Estás libre de pecado? Seguro que sí, aunque antes de arrojar la primera piedra te invito a la reflexión, no sea que ésta coja efecto boomerang y acabe…¡zas!, golpeándote tu propia frente.
Quiero advertirte de un gran peligro, uno que nos acecha a los vendedores cuando las cosas nos van especialmente bien (¡qué momentos más hermosos!). Nadie de nosotros está exento de caer en ese sentimiento altanero que llega sin avisar y que nos nubla el juicio, ése que arrastró al mismísimo Lucifer a los infiernos: la SOBERBIA.
Sentirnos superiores a los demás es para el ser humano en general y el vendedor en particular el principio del fin (the end). La venta es actitud de servicio y hoy más que nunca, en un entorno tan competitivo como el nuestro con tanta gente vendiendo y mostrando su mejor versión, requiere justamente de todo lo contrario: HUMILDAD.
Cuidémonos de no dejarnos llevar por la autocomplacencia que puede suponer una etapa continuada de éxitos porque a la vuelta de la esquina podemos encontrarnos un socavón por el que precipitarnos al abismo más absoluto.
Sé lo que estás pensando: “Yo no soy así”, y seguramente así sea, pero por si acaso echa un vistazo a los síntomas de la soberbia en el vendedor:
- Siempre estás hablando de tus propios logros, de lo mucho que vendes, del dinero que ganas, del coche que llevas, de la mega casa que tienes… en definitiva, de todo aquello que alimenta tu orgullo (¡soy un crack!).
- Te duele el éxito ajeno (¡qué rabia!).
- No te detienes a reflexionar acerca del porqué no has cerrado ciertas ventas ya que no concibes que tú puedas haber cometido ningún error (¡ese cliente es tonto!).
- No comprendes que el conocimiento absoluto no existe, que siempre se es alumno y de forma puntual maestro. Desprecias cualquier consejo que un compañero pueda darte ( ¡ya lo sé todo!).
- No aceptas críticas constructivas de tus superiores por muy razonables y razonadas que éstas puedan ser (¡éstos han pisado poca calle!).
- Jamás sale de tus labios la palabra “perdón” (¿estás loco?, ¡eso me haría parecer débil!).
- Necesitas de forma enfermiza el reconocimiento continuo y para ello rodearte de compañeros que te regalen el oído (¡pelotéame, me encanta! ).
¿Qué? ¿Te has visto reflejado? Desde luego que no, pero claro… ¿quién admite sus debilidades? ¿Quizás sí te has reconocido en algún punto? Bueno, no pasa nada, somos humanos y como tal imperfectos, todos menos yo, claro 😉 . Lo importante es que seamos conscientes y trabajemos para ser mejores personas, que es la base sobre la que se cimenta la confianza que el cliente necesita para comprarte.
Pero no sólo de vendedores y clientes va todo esto, también de compañeros. Ser soberbio te convierte en nota discordante, perjudicas al equipo al que perteneces, aquel que en tus horas bajas podrá echarte una mano cuando emocionalmente más lo necesites (y todos lo acabamos necesitando). No pienses que puedes ir por libre, no si esperas conseguir grandes resultados. Recuerda el dicho que reza: “Si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado”.
La satisfacción excesiva de uno mismo en detrimento del prójimo es un lastre a lo largo de nuestra carrera profesional (por no hablar de la personal) y tarde o temprano te pasará factura (casi tan grande como ésas que nos vienen de la luz). No permitas que el engreimiento se adueñe de ti, es un impostor, de apariencia dulce y gusto amargo.
¿Y se puede luchar contra él? Por supuesto, aunque todo pasa por reconocerlo, que no es fácil, ya que viene disfrazado de autoestima y nos cuesta admitir que el nuestro no es el sentimiento sano que ésta representa sino el nocivo que aquella otra regenta.
Sí, sí, pero… ¿cómo puedo cambiar? Fácil, si estás decidido a ello:
- Valora a los demás, elógialos (¡me encanta como has enfocado esto!).
- Admite que puedes estar equivocado (¡me equivoqué, lo siento!).
- Da las gracias (¡sólo quiero decirte una cosa: gracias!).
- Pide ayuda cuando tengas dudas (¿podrías ayudarme, por favor?).
- Escucha (¡qué interesante!).
- Preocúpate genuinamente por los demás (¿qué te ha pasado?).
- No veas la vida como una competición continua (¡has estado magnífico!).
En pocas palabras, practica la humildad y disfruta de sus beneficios, que créeme que son inmediatos (vamos, lo sé porque me lo han contado).
Convertirte en mejor vendedor pasa por transformarte en mejor ser humano. Por mucha técnica de ventas que domines, por mucho conocimiento que tengas sobre tu producto, sobre tu servicio, al final el cliente (y tus compañeros) te mirarán a los ojos y te comprarán (o no) en función de lo que ahí vean y ésos… ¡no mienten!
En resumen: ser mejor persona (que no el mejor) pasa por hacer sentir mejor a los demás.
Muy buen artículo, escrito de una manera sencilla,simple y de fácil entendimiento,muchas gracias porcompartir.Lo estoy reenviando a todos mis colegas, compañeros de trabajo y a la red
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Muchísimas gracias, Francisco. Un abrazo.
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