Tarde de fútbol, Juan ha ido hoy al campo a disfrutar de su equipo favorito, el Real Madrid. Ataviado con su camiseta de CR7 Juan espera ver a su ídolo hacer gala de su potencial goleador. Da comienzo el partido y pasan los minutos; éste se complica, el equipo no está jugando bien y Cristiano parece no tener su mejor tarde, no consigue hacer que entre el balón. Para más inri el rival marca gol, uno, dos y hasta tres. El público se calienta y comienzan los abucheos. Juan, muy enfadado por lo que está viendo, y en especial por la ausencia de gol de su referente, se suma a la pitada general e incluso se anima con muy poco gusto a mencionar a la madre de CR7 (que ya me dirás tú que culpa tiene la pobre mujer). Pero Juan no razona, Cristiano tiene que marcar goles siempre, para eso es delantero y para eso le pagan. Acaba el partido con una humillante derrota para el equipo local. ¿Quién es el principal culpable de ese resultado? Juan lo tiene claro: CR7. No ha marcado goles y además lleva unos partidos con poquísimo acierto de cara a portería. «¡Hay que venderlo ya!», piensa Juan en voz alta. Se avergüenza de haberse puesto su camiseta y hasta incluso se plantea no ponérsela nunca más (a todo esto Cristiano preocupadísimo). «La de ocasiones que ha tenido hoy y no se ha concretado ninguna, ¡menudo…!» concluye Juan dando rienda suelta a la pasión y no a la razón.
Al día siguiente Juan, vendedor profesional, se dirige como todos los lunes a su terreno de juego, la oficina. En este caso no lleva la camiseta de su ya ex jugador favorito sino una camisa y una corbata de combinación dudosa. Todos los lunes acude a su reunión de arranque semanal antes de salir a vender, antes de salir a por el partido. Es mitad de mes y Juan todavía no ha cerrado ninguna venta, no ha marcado ningún gol. Después de la reunión, Alicia, su jefa de ventas, llama a Juan aparte y le recrimina su bajo rendimiento (bien hecho por Alicia que alaba en público y reprende en privado). Juan se revuelve e inventa mil excusas que no ayudan precisamente a mejorar su situación (no hay nada que enerve más a tu jefe que eludir responsabilidades). Juan no entiende tanta presión, está haciendo lo que puede y si las ventas no llegan… pues no llegan, todo es culpa del mercado, no pasa nada.
¿Por qué Juan enloquecía tanto ayer cuando CR7 no marcaba goles y hoy, sin embargo, no da tanta importancia a no cerrar ventas, a no marcar él los goles que la empresa, que su equipo, espera que marque? Principalmente por dos motivos: el primero es que vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro. El segundo, y probablemente el más importante, es que Juan todavía no tiene claro que su función es sólo esa: marcar goles, cerrar ventas, conseguir objetivos, o sea ganar partidos. No entiende que los aficionados, los accionistas, sólo ven resultados y que cuando estos no llegan se enfadan. ¿Son justos? Probablemente no puesto que no tienen en cuenta el esfuerzo del jugador (vendedor), que puede que haya sido mucho y constante. Podemos pensar que antes que los resultados está el fair play, la honestidad de la venta. Está claro que el socio no quiere que ganes los partidos marcando con la mano ni tirándote a la piscina pero lo que sí quiere, no lo dudes nunca, es que ganes y a poder ser… de goleada.
La conclusión es que tú y yo, como vendedores profesionales que somos, ocupamos la posición de delantero en nuestros respectivos equipos y que sólo nuestros buenos resultados evitarán que nos sienten en el banquillo. A mí sinceramente me gusta jugar los 90´, ¿y a ti?
Si Señor… Los vendedores somos la punta de la lanza, la cabeza de playa de nuestras empresas.
Saludos cordiales.
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Es así Javier, para bien y para mal, pero eso significa que somos importantes. Muchas gracias por comentar Luis.
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A todos los que nos consideramos vendedores también nos gusta jugar los 90 minutos.
El problema es que existen muchos vendedores teóricos que se piensan los mejores aún sin jugar y encima existen responsables de equipos de ventas que apoyan esa actitud y encima quiere que los demás pasemos el balón a CR7.
Pues cuando el vendedor no tiene buenos momentos debe de tener honestidad y levantar la mano incluso cambiar de posición o de equipo si hace falta.
Todos sabemos que es una profesión difícil y que depende de muchos factores pero con honestidad, dando servicio tener producto y las cualidades se convierte en apasionante.
Gran texto Ramón y mucha razón en lo que dices. Enhorabuena
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Incluso pedir ayuda a su entrenador si hace falta. Muchas gracias por comentar Manuel.
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Muy de acuerdo con este comentario. El símil del fútbol va muy bien a las ventas porque todos nos fijamos en la «estrella»… cuando la goleada suele venir desde el equipo. Hay que saber pensar en la goleada, no en jugar siempre como delantero, y saber cambiar de posición, efectivamente: ahí se verán los resultados.
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Gracias por comentar Fran, buen matiz.
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Cierto es, Ramón, que lo más divino de la profesión de ventas es la generación de resultados, ver cómo poco a poco la relación con un cliente se va desarrollando desde los primeros portazos y llamadas ignoradas, hasta la creación de la confianza suficiente como para tener una conversación inicial, un entendimiento y luego un acuerdo de negocio.
Esa es nuestra responsabilidad y de cualquiera que se cuelgue el título de vendedor. Obviamente habrán días de días, pero a fin de cuentas, lo que hace única a esta profesión es esa conexión directa que tenemos con los resultados empresariales, ¿no?
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Totalmente de acuerdo Joel. Gracias por comentar.
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