Pon un GeFe en tu vida

¡Tachán, tachán! Hoy vengo a mostrarte el camino. ¿No vendes? ¿Te gustaría aumentar tus ventas un 100%? La solución es muy sencilla: pon un GeFe (gestor de felicidad) en tu empresa. ¿Estás seguro de que eso es así?, te estarás preguntando. Sí, sí, por supuesto, lo he leído por ahí.

Gefe, ¡qué bonita palabra! Quizás a mis cuarenta y ocho años me estoy quedando un poco anticuado y me cuesta entender estos nuevos conceptos de hoy en día. Ahora que ya me había hecho a la idea de que tenía que ser líder, que no bastaba con ser un buen jefe, resulta que hay que ir un paso más allá y tengo que reconvertirme en el gestor de ilusión de mi equipo (la verdad es que bonito, suena).

Se supone que esto es el cénit de la relación laboral, la perfección absoluta. Tienes que pensar que de esta manera tu gente estará más contenta y producirá más, que en el caso de las ventas, que es el que me ocupa, se traducirá en más facturación. ¡Nos lo vamos a pasar genial y vamos a vender un montón!

La fórmula es muy fácil: super-mega-hiper felicidad = resultados. ¿A quién le importa que lleves un buen producto, que te respalden frecuentes y acertadas campañas de marketing y disponer de buenas promociones con las que impulsar tus ventas? Eso quedó ya trasnochado, lo que de verdad importa es un jefe cojonudo, al que por otra parte, ahora que pienso, hubiéramos podido llamar JeCo en vez de GeFe. (no te rías, estoy hablando en serio).

-Ramón, es que no entiendes nada. Ahora la gente busca el buen ambiente de trabajo, no le da tanta importancia a la nónima. Las empresas tienen que dar valor a las personas y no a las cifras, dando valor a las personas éstas se implicarán más y el rendimiento será mayor.

Seguro, seguro que no entiendo nada, aunque sí sé que el papel aguanta cualquier fórmula, eso sí, cuando la pones en práctica… ¡zas, la primera en la frente! Y yo me pregunto, sin ánimo de ser ofensivo, ¿este concepto se lo ha inventado alguien que verdaderamente trabaja? Porque no me imagino a ninguno de los jefes que he tenido y tengo (ni yo mismo como tal), esos que vivimos la gestión del día a día en nuestras carnes y no desde las aulas, dedicando tiempo a pensar que lo que se necesita es un gestor de felicidad. No acabo de ver a ninguno de ellos gritando a los cuatro vientos: ¡Sí, conseguidme un gestor de felicidad, ésa es la solución! ¡cueste lo que cueste!

Y digo yo que el gestor de felicidad necesitará a su vez otro gestor que le aporte a él también esa felicidad tan deseada, porque si no habrá que buscar a un superhombre (o supermujer, por supuesto) que ni sienta ni padezca (aunque claro, eso es complicado porque si no siente cómo va a transmitir tanta dicha). ¡Uf, qué difícil es todo esto, me estoy haciendo un lío!

Ahora en serio, desde mi experiencia y mi disciplina, la venta, te puedo decir que al vendedor le motivan dos frentes: ganar dinero y tener posibilidades reales de promoción. Si se cumplen estas dos premisas y no haces por desmotivarle con comportamientos impropios de lo que debería ser una relación entre personas, el vendedor estará feliz. Por supuesto que tenemos que tratar y ser tratados con la mayor amabilidad y tacto posibles, que hay que buscar la motivación de las personas si quieres que rindan más, mimar a tu equipo para que estos mimen a los clientes. Todos sabemos que una mala persona difícilmente llegue a ser un buen profesional pero también te digo una cosa: una buena persona no necesariamente llega a ser un buen profesional, ni la bondad es sinónimo de buenos resultados, que al final es lo que se busca con todo esto. Y te diré incluso más, sé de empresas cuyos resultados son envidiables y con baja rotación de vendedores a pesar de tener un jefe déspota (JeDe), ¿cómo se explica eso? No lo sé, pero deduzco que son un cúmulo de factores los que te catapultan al éxito.

Además, sería un error “apostar” todo a la felicidad. Como seres humanos que somos, nos acostumbramos rápido a lo bueno y lo que hoy nos parece magnífico mañana lo vemos un poco menos bueno y pasado ni te cuento, ¿qué pasará cuando esa felicidad ya no sea suficiente? ¿Y qué ocurrirá también cuando la venta no vaya tan bien, seguiremos tan felices?, ¿lo entenderán los accionistas?

Leí una vez a un don nadie, un tal Sócrates, que decía que “el secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”. Vamos, que la felicidad se encuentra principalmente en nuestro interior, que si necesitamos menos, disfrutaremos más. Hombre, teniendo en cuenta que Sócrates fue maestro de Platón y éste a su vez de Aristóteles, quizás tengamos que tener en cuenta sus palabras.

Semejantes conceptos son rizar el rizo, hablar de esto es un despropósito teniendo en cuenta que a día de hoy todavía hay muchísimas empresas que ni tan solo cumplen los mínimos de pagar una nómina decente a sus trabajadores (que créeme que les preocupa bastante más que la felicidad absoluta). Como pasatiempo, el término es divertido. Como realidad, un sinsentido.

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