Todos somos «Castellers»

¿Son los vendedores los únicos responsables del éxito o fracaso de las empresas? Déjame que te desvele lo que se cuenta entre bambalinas: si los resultados son buenos el éxito suele ser del producto y de la dirección y si son malos la culpa es siempre del… ¿lo adivinas?

Hay un refrán que dice que «la victoria tiene un centenar de padres pero que la derrota es huérfana». En las ventas esta máxima se cumple sólo al 50%, en la parte de la victoria. En lo tocante a la derrota de huérfana nada pues rápidamente le encontramos progenitor, se llama vendedor. Y más vale que a éste no se le ocurra pedir prueba de paternidad en busca del vínculo genético del que aseguran es claramente su vástago si no quiere dar con sus huesos en la puñetera calle.

Déjame que te diga querido amigo, independientemente del cargo que ocupes dentro de una empresa, que tanto victoria como derrota son resultado siempre del grupo y nunca del individuo. Podrás pensar que esto son palabras bonitas pero que no es la realidad, estás en tu derecho, faltaría más. Sin embargo, permíteme que te ponga un símil que te ayude a juzgar, un evento al que asistí y que a mí me hizo pensar.

Eran las fiestas de Santa Tecla en Tarragona y me encontraba en la plaza de toros, no para ver un espectáculo taurino (está prohibido en estas tierras) sino para presenciar el espectacular concurso de Castells (torres humanas) que tenía lugar en esta histórica localidad.

En la arena estaban todas las colles (grupos) que anhelaban tocar el cielo, cada una de ellas con sus respectivas vestimentas de colores indicando su procedencia. Este acontecimiento más que un concurso representa una fiesta cultural en la que el esfuerzo común, impregnado de un gran sentimiento de hermandad, permite erigir esas sorprendentes torres de carne y hueso que dejan al público boquiabierto tanto por lo temerario como por lo estético de dichas construcciones.

A modo de rápida introducción te cuento que estos Castells se dividen en tres partes: la piña, el tronco y la corona del castillo. La piña es la base en la que descansa todo el peso acumulado y sirve para fortalecer la estructura y amortiguar cualquier caída que pudiera acontecer. El tronco es la estructura vertical compuesta por diferentes pisos y número de personas que varía en función de la figura que se quiera hacer. En la última parte se encuentra la canalla (niños) puesto que son los que menos pesan. Todas y cada una de las partes tienen que estar bien asentadas para poder llegar a carregar el Castell (cargar el castillo).

Te cuento esto porque ese día, sentado en las gradas, vi claramente la gran similitud existente entre cada una de esas colles y las empresas en las que trabajamos, por no decir vivimos: grandes estructuras de personas con funciones muy definidas que se esfuerzan por conseguir un objetivo común y que acaban generando un sentimiento de pertenencia.

Llámalo deformación profesional pero a medida que se iban alzando esas majestuosas torres no pude evitar darme cuenta de todas las analogías implícitas, que resultaron ser las siguientes:

Pude ver a los clientes y familiares más directos en la base (la piña) del Castell, apuntalando con sus manos los distintos departamentos: logística, recursos humanos, administrativo-financiero, marketing… Todos ellos iban conformando las diferentes alturas, el tronco. Ahí estaba Pedro, uno de los mozos de almacén que se encarga de que los paquetes salgan correctamente en tiempo y forma. María, la recepcionista que pone una sonrisa aunque no tenga ganas. Diana, la secretaria del jefe exigente que a veces ahoga en demasía. Tú, yo, todos nosotros formando una especie de Stairway to Heaven que diría Led Zeppelin, esa escalera perfecta hacia el cielo por la que subirán las vendedores para conseguir los resultados, para conseguir el éxito. Quizás nos fijemos más en la parte alta de la torre, las alturas nos producen más impresión. Pero no olvidemos que el equilibrio de la estructura lo mantiene el grupo y que si cualquiera de las partes falla, la misma se vendrá inmediatamente abajo, dando al traste con los sueños y las expectativas de todos, y no sólo de unos.

Espero que esta historia te sirva para que la próxima vez que oigas cómo critican a los vendedores, o incluso cómo los elogian en exceso, recuerdes que es una visión sesgada y algo miope al confundir la parte por el todo. El grupo hace posible lo aparentemente imposible y cada uno de nosotros tiene su parte de responsabilidad, todos somos Castellers, piezas fundamentales en la estructura de una torre humana corporativa.

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